Limpiar oro y platino
Una de las dudas más comunes es cómo limpiar oro, y la respuesta es muy sencilla. Introduce tus joyas en un bol con una mezcla de agua tibia y jabón de lavavajillas, deja que reposen durante unos minutos y después utiliza un cepillo de dientes de cerdas blandas (infantil, por ejemplo) para limpiarlas. Acláralas con agua limpia y sécalas con un trapo de algodón suave.
NO UTILICES NUNCA: Lejía, blanqueadores, cloro, desengrasantes, limpiadores o antical, pues maltratan el metal, los acabados y pueden decolorar tus joyas.
Limpiar diamantes
Los diamantes bien cuidados reflejan mejor la luz y parecen más grandes. Pueden limpiarse en un bol con ¾ de agua tibia, no caliente, y ¼ de amoniaco durante unos minutos y frotándolas delicadamente con un cepillo de cerdas blandas. (Nota: Usar amoniaco sólo con joyas de diamantes, ya que puede dañar otro tipo de piedras preciosas)
Limpiar plata
La plata se oxida fácilmente al contacto con el oxigeno o sulfuros. La mejor manera de prevenir este óxido es ponerte tus joyas con frecuencia, ya que las grasas naturales de la piel ayudan a prevenir esa oxidación.
Las joyas de plata rodiada pueden limpiarse con un trapo de algodón o de franela. El papel, el poliester y otros tejidos pueden contener fibras que rayen la superficie de la joya. Humedecer el trapo en agua tibia con jabón de lavar la vajilla y frotar con suavidad.
Otros consejos sobre cómo limpiar la plata ennegracida:
- Nunca usar químicos, limpiadores de oro, limpiadores de ultrasonidos o productos con amoniaco
- Los “algodones mágicos”para plata/alpaca pueden utilizarse en joyas con acabado brillo, pero no con otras texturas porque pueden dañarse. Después de usar el algodón se ha de limpiar con agua y jabón la joya para eliminar todo tipo de residuo químico que a la larga puede dañarla.
- Limpiar plata con bicarbonato y un trapo es una buena técnica para joyas con acabados mate, arena, hielo... pero no para joyas con acabado brillante porque raya la superficie y la estropea.
Limpiar plata bañada en oro
Agua con jabón de lavavajillas, utilizando un cepillo de dientes blando para llegar a los rincones más complicados. Secar inmediatamente con un trapo de algodón.